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Ushuaia, Tierra del Fuego - Arg.
Érase una vez un Estanciero que poseía un sinnúmero de ovejas que pastaban en su vasto campo. Al no poder cuidar de ellas, decidió pagarle a un pastor para que realice esa tarea. Pautó con el Pastor un pago acorde a los ingresos por el producido de la lana de las ovejas. Durante un tiempo el estanciero cumplió con lo acordado pero un día comenzó a retrasarse en los pagos, lo que generó obviamente una deuda a favor del Pastor. Éste, al apreciar la labor que realizaba por entender que el cuidado de las ovejas era su responsabilidad y estaba orgulloso de ello, procuró sostenerse económicamente con los pagos discontinuos que le realizaba el Estanciero. Un día el Estanciero, alegando que el negocio de la lana estaba flojo, decidió por su cuenta reducirle el pago al Pastor. Nuevamente nuestro Pastor ajustó su economía a las circunstancias, procurando realizar solamente gastos esenciales tanto para él como para su familia. Si bien el dinero era escaso y los pagos continuaban siendo cada dos o tres meses, se las arregló para seguir subsistiendo y procurar que a su familia no le faltase nada. Al tiempo, se apersona nuevamente ante nuestro pobre Pastor el Estanciero y le manifiesta que, del pago que le realizaba le descontaría la mitad para destinarla a distintos menesteres de la hacienda. El sentimiento de responsabilidad del Pastor hacia las ovejas era tal que, pese a no estar de acuerdo y manifestarse en contra de esta medida, siguió cuidando de las ovejas, esperanzado de que en algún momento el Estanciero saldase la deuda. Cuál sería su sorpresa cuando un día el Estanciero le comunica que, del pago que realizaba cada tanto al Pastor, tendría que solamente limitarlo en cuestiones que el Estanciero creía necesarias, así le indicó que no podía utilizar la totalidad del dinero en pagos de servicios básicos, en compra de víveres, en pago de materiales, etc. Finalmente el Pastor indignado y dolido decidió dejar de cuidar el rebaño. Esa misma noche un lobo atacó a varias de las ovejas que deambulaban por el prado, sin que el Estanciero pudiera evitarlo. ¿Qué pensaría Ud. si le digera que esta Historia es real? ¿Qué si, en vez de hablar de: Estanciero, Pastor y Ovejas habláramos de: Gobierno, Bomberos y ciudadanos? Hoy la realidad supera a la ficción. El gobierno nuevamente avanza sobre los derechos de nuestros bomberos, imponiendo normas inconsultas que no solo son de engorrosa aplicación, y distan mucho de un control formal, sino que limitan la operatividad de nuestros cuarteles, poniendo en serio peligro a los vecinos de nuestra ciudad. Uno se pregunta, ¿No debería el Poder Ejecutivo Provincial procurar establecer mecanismos para saldar la deuda millonaria que posee con los cuarteles provinciales, pautar medidas eficientes y eficaces para el pago en tiempo y forma, en el marco de las Leyes en vigencia, del subsidio que le corresponde a nuestros bomberos?, es evidente que el esfuerzo esta dirigido en otro sentido, sin evaluar en cómo afecta estas acciones a la seguridad pública. Hoy los bomberos voluntarios reclaman solamente lo que corresponde, ni más ni menos, porque esos fondos que deben percibir son de los ciudadanos, para la seguridad de todos los ciudadanos de la Provincia. Esperemos por nuestro bien, que nunca nos falte el Pastor.
“Cuando uno está en peligro se refugia en los bomberos y se acuerda de Dios, cuando el peligro pasó Dios es olvidado y los bomberos criticados”
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